Ariana Harwicz en el ciclo de Revista Ñ en Madrid: “Hoy se desprecia al judío vivo y hay fascinación por el judío de la fosa común»

Ariana Harwicz en el ciclo de Revista Ñ en Madrid: “Hoy se desprecia al judío vivo y hay fascinación por el judío de la fosa común"

Donde más cómoda se siente Ariana Harwicz, dueña de una de las voces argentinas más perturbadoras e inquietantes de las letras actuales, es en ese estar desfasada, desplazada, corrida del lugar en que se espera que esté.

“Siempre estoy un poco peleada con la época. Para ser contemporáneo no hay que ser contemporáneo”, dirá Harwicz en la conversación en formato de documental que este martes se proyectó en el Festival Eñe de Madridcon ella misma sentada entre la gente.

El video, filmado en los majestuosos salones del Teatro Colónde Buenos Aires, donde la escritora estrenará una ópera, integra el ciclo Conversaciones del otro lado, una iniciativa de Revista Ñ, con la colaboración de ArtHaus Central.

Las proyecciones y las charlas con mujeres argentinas destacadas es parte de los festejos por los veinte años de la publicación cultural de Clarín en los kioscos y en la web del diario.

El ciclo, que incluye entrevistas a las autoras Mariana Enriquezy María Negroni y a la historiadora del arte Andrea Giunta, se podrá volver a ver en la web de Clarín a partir del 11 de noviembre.

En la proyección que este martes se vio en la librería de La Fábrica -la organizadora del Festival Eñe de Madrid-, Harwicz repasa los temas de su narrativa -el derrumbe de los vínculos, la corrección política a la hora de escribir, el antijudaísmo– con Héctor Pavón, editor general adjunto de Revista Ñ.

“Casi todo lo que escribo está condicionado por esa idea de hacer una especie de portarretrato de lo que la familia es en caída libre”, dice la autora argentina que vive en Franciadesde 2007.

“No sabría escribir otra cosa que no fuera esa demolición de la familia -admite-. El relato de la familia clásica, idealizada y sin fisuras, dejó de ser verosímil en el arte.”

Escribir sin ofender es un oxímoron(figura retórica que apela a la combinación de opuestos)”, le recuerda Pavón a Harwicz una de sus definiciones.

“Una obra tienen que pensarlo todo de nuevo y eso no se puede hacer dentro del cerco de una cierta corrección -le responderá la autora-. De una adhesión a cánones políticos es imposible que surja una obra.”

Escribir sin ofender es imposible -insiste Harwicz-. La primera ofensa en el arte es a uno mismo.”

Lo último que publicó, El ruido de una época (Editorial Marciana), “es un libro de no ficción que trata no tanto de impugnar esta época sino de pensar el el bullicio que hay en ella”, aclara.

Y sostiene: “No veo un ánimo de generar polémica. Varias veces lo intenté y quedé con una minoría -reconoce-. Son las minorías las que quieren discutir. Estamos en la era del conformismo.”

“Lo que se supone que tiene que hacer un escritor es impugnar la lengua oficial, pelearse con ella. Pero hoy los artistas se acoplan a la lengua oficial. No veo ánimo de polemizar. El que polemiza se baja de las redes. Hay una idea de que hay que consensuar todo”, dice Harwicz.

“Escribir es una descarga de odio”, será su definición. “Nunca me pondría a escribir una novela en armonía con el tema -agregará luego, ante una pregunta del público presente-. Escribir es echar a andar una maquinaria de tensiones y contradicciones.”

En Trilogía de la pasión, la autora enhebra sus tres primeras novelas –Matate, amor (2012), La débil mental(2014) y Precoz(2015)- que sedujeron tanto a Martin Scorsese que piensa filmarlas.

Y Madrid vio este año la versión teatral de Matate, amorque Marilú Marini digirió -y Erica Rivas interpretó- en los Teatros del Canal en mayo.

Este martes, después de la proyección de la charla en el Colón, Ariana Harwicz dialogó en Madrid con Matilde Sánchez, autora y editora general de Revista Ñ de Clarín, y con el público que sigue el programa del festival literario madrileño.

“El arte es por definición anti-normativo -argumentó Harwicz-. No se me ocurre ni cómo empezar una frase desde lo normativo. Para mí es igual que un cirujano. Tengo que ver qué operación voy a hacer, que voy a romper.”

Y citó escritos del argentino-israelí Daniel Barenboim sobre la música. “Hay que crear tensiones, armonías, Cuando escribo hago eso, independientemente de la temático -describió-. Lo primero es una operación donde barajo y doy de nuevo las palabras.”

“Desde la primera novela que escribí, la primera frase dice: 'Me recline en la hierba entre árboles caídos…’ No escribí: ‘Me acosté en el pasto’ -explica-. Lo que más me importa es la operación de la lengua.”

Una visión del mundo

“Nací en dictadura, me formé intelectual y políticamente en la UBA. Esa era la matriz artística, política -repasa Harwicz-. Iba al teatro, al cine. Iba a todas las marchas.”

“Desde muy chiquita estuve interesada en la política. Milite durante más de 15 años en villas miserias, en el interior. Los jueves me escapaba para ir a dar la vuelta a la plaza con las Madres de Plaza de Mayo”, cuenta.

“Y luego, tratar de ver Argentina desde Europa me ayudó. Me decían: ‘Traidora, vendepatria’. Y en absoluto tiene que ver con eso. Lo que define la inclinación identitaria es un lengua.”

“En este momento, el antijudaísmo goza de muy buena salud”, dice Harwicz en el video, que fue grabado en julio de esta año, meses antes de la guerra en Oriente Medio que estalló con el ataque de Hamasa Israelde principios de octubre.

En el documental, la escritora opina: “Hoy se desprecia al judío vivo y hay fascinación por el judío de la fosa común. Los judíos muertos interesan muchísimo en los cines club. Hay una fascinación por los judíos muertos en los ghettos, pero nada por los judíos vivos”.

“Estoy en un período de duelo”, confesará Harwicz este martes respecto de su mirada creativa a partir de los últimos bombardeos en Oriente Medio.

“Todo el mundo tiene su antes y después. Antes y después de algo. Antes del 7 de octubre (día del ataque de Hamas a la población civil en Israel), si alguien me leía vería que hay una postura de estar desencantada de la época -dijo Harwicz-. Antes del 7 de octubre estaba desencantada porque veía que había una especia de cerco militante que es anti-emancipatorio. Estaría buenísimo que las mujeres podamos disentir.”

Y aclaró: “No me gusta que muchas mujeres, en Francia, son selectivas en las denuncias -agregó Harwicz-. Si viola un hombre blanco, es un crimen atroz, y si viola un hombre negro o inmigrante se auto-impugnan la denuncia porque se les genera un problema de otra índole.”

Sánchez le recordó a Harwicz su elección literaria deliberada al escribir sobre los victimarios y no acerca de las víctimas. “Me parece una operación interesante para el arte. ¿Qué es lo más difícil? ¿Escribir con empatía por la víctima o cruzar el cerco, como decía Kafka, e ir a la boca del lobo y escribir sobre el verdugo, el victimario, el opresor? -se preguntó-. Me pareció un desafío mucho más interesante darle voz al enemigo.”

Madrid. Corresponsal